"¿Ves ese castillo lejano? Será nuestro refugio.
Mientras el mundo se vuelve loco, nosotros escribiremos
a fuego las palabras que nos hacen fuertes."
Nos levantamos cada día con la misma rutina, esa misma de la que nos quejamos a cada segundo. Vestimos igual que todos los demás, tomamos esa marca de cereales que te hacen ser la mujer más bella de la Tierra y nos calzamos lo que ZARA o Mango quieren que nos calcemos. Bebemos café de Starbucks. Vemos lo que todo el mundo ve en la televisión. Hacemos lo que nos dicen creyéndonos libres.
Esta mañana me levanté con ese pensamiento en la cabeza, con la pregunta de si realmente la palabra libertad significa algo en esta sociedad cuadriculada sin iniciativa alguna por romper moldes y sobrepasar las barreras que la oprimen.
De repente, como aquel que despierta del letargo tras una época quizás eterna, he encajado, como si fuese un juego infantil, todas esas piezas que sueltas no tenían demasiado significado. Me he dado cuenta de que todas esas críticas que se hacen a una sociedad por imposición consumista, en realidad no cuentan tanto todo ese consumo material que la mayoría hacen desproporcionado, sino que nos cuentan la historia de un colectivo mundial que se consume a sí mismo por las normas que él mismo ha creado.
Me parece realmente una situación no lamentable, no vergonzosa, sino triste.
Triste porque hemos dejado atrás esos valores que algún día tuvieron abanderados que nos guiasen, esas causas que contaban con seguidores que poseían soluciones reales a esos problemas, esos rebeldes que luchaban contra viento y marea por defender lo que realmente les importaba, siempre fieles a ellos mismos. Me pregunto dónde quedó todo eso, dónde quedó el espíritu luchador de la raza humana.
Ahora que me paro a pensarlo con calma, me doy cuenta de que pocos se salvan de ese auto-consumismo. No porque no se desee salir de él, sino porque o bien se han acomodado en él a ser alguien en ese colectivo o bien son tan indecisos que no son capaces de dar ese paso, alzar la voz por encima de la muchedumbre y saltar fuera de la opresión de cadenas y jaulas invisibles claramente duras como el acero.
Y, en realidad, ¿a qué se reduce todo esto? A aprovechar toda ocasión que se nos presente. Sin miramientos. Sin ningún tipo de reparo. "Arrasa con lo que veas, y generoso no seas" decían algunos.
Da pena que haya una gran mayoría que piensen así.
Por suerte, aún queda un poco de esperanza en esos pocos que, con una mirada fiera, derrumbarán castillos con la fuerza de sus palabras.
Muy interesante la reflexión del "consumo me autoconsume". Es triste, pero real ¿has visto cuanta gente hay en las tiendas de moda?, ¿la satisfacción que produce comprarse una prenda o un complemento de moda? Muy buena tu entrada.
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